MUJERIEGO YO SOY
“Sujeta la madeja entre tus dedos con la mano izquierda, y el gancho como lápiz con tu mano derecha, engancha el estambre, dale una vuelta y sácalo por el centro y así tantas veces como estrellas en el cielo, ¿Verdad que no es tan difícil? Me cuestionaba mi madre al hacer mis pininos en esas femeninas tareas del gancho y el estambre. Tan miope era mi pueril mente que no alcanzaba a vislumbrar, que sus instrucciones no solo me indicaban como tejer una carpeta, sino que me instruía en el complejo arte de vivir la vida, a tejer sueños entre derechos y reveses que con tiempo y trabajo se lograrían carpetas, sueters, cobijas, triunfos y sonrisas.
Desde algunas trivialidades como surcir el agujero de un gastado talón de calcetín, planchar un pantalón sin dejarle doble raya y además con lienzo húmedo para evitar el brillo, o apagarle a la flama en cuanto la leche soltara el hervor, so pena de limpiar la estufa, o bien funciones mentales superiores como descifrar que dice y significa una “m” seguida de una “a” y repetirlo y luego hacerlo hasta llenar la plana, o la sabia virtud de conocer el tiempo y medirlo en un círculo con dos flechitas una corta y una larga, o a abrir miles de puertas con solo un saludo y un gracias, o a adiestrar al corazón en el delicado y oportuno acto de secar una lagrima, o mejor aún a encontrar la felicidad propia en el regocijo ajeno, o curar con palabras, besos y abrazos cuando la ciencia falla.
Podría seguir, pues vasto es el acervo didáctico de las mujeres de mi vida, afortunadamente muchas, lo que me convierte en un mujeriego empedernido y, ¿Cómo no serlo? Si además poseen el encanto y eufonía de un verso, la nobleza de una lechuga, la fragilidad del acero, si son madre, esposa, hermana, hija y amiga, el complemento perfecto de lo que el hombre es, y todo lo logran pese al sinfín de labores domésticas y aún se dan el tiempo de mover al mundo.
No creo en el “feminismo”, púes supondría la dualidad de un “varonismo”, creo en la equidad de diferencias, si es que vale el barbarismo; en el complemento mutuo que nos hace resilientes, completos y trascendentes.
Les comparto “El hombre y la mujer” de Víctor Hugo” sin afán de robar protagonismo en este día, púes lo que define al hombre enaltece a la mujer.
¡Felicidades Mujeres¡
El hombre es la más elevada de las criaturas;
La mujer es el más sublime de los ideales.
Dios hizo para el hombre un trono;
Para la mujer un altar.
El trono exalta,
El altar santifica.
El hombre es cerebro,
La mujer es corazón.
El cerebro fabrica la luz,
El corazón produce el amor
La luz fecunda,
El Amor resucita.
El hombre es fuerte por la razón
La mujer es invencible por las lágrimas
La razón convence
Las lágrimas conmueven.
El hombre es capaz de todos los heroísmos
La mujer de todos los martirios
El heroísmo ennoblece
el martirio sublima.
El hombre tiene la supremacía;
La mujer la preferencia.
La supremacía significa la fuerza;
La preferencia representa el derecho.
El hombre es un genio,
la mujer un ángel.
El genio es inconmensurable;
El ángel indefinible.
La aspiración del hombre es la suprema gloria;
La aspiración de la mujer, es la extrema virtud.
La gloria hace todo lo que es grande;
La virtud hace todo lo que es divino.
El hombre es Código
La mujer es Evangelio
El Código corrige
El Evangelio perfecciona.
El hombre piensa
La mujer sueña.
El pensar es tener en el cráneo una larva;
Soñar es tener en la frente una aureola.
El hombre es un océano;
La mujer es un lago.
El océano tiene la perla que adorna;
El lago, la poesía que enciende.
El hombre es el águila que vuela,
La mujer es el ruiseñor que canta.
Volar es dominar el espacio
Cantar es conquistar el alma.
El hombre es un Templo;
La mujer es el Santuario.
Delante del Templo nos descubrimos
Delante del Santuario nos arrodillamos.
En fin
El hombre está colocado donde termina la tierra..
La mujer, donde comienza el cielo
Víctor Hugo.