¿A qué vinimos a este mundo? Ríos de tinta y toneladas de papel se han invertido en plasmar siglos de variaciones filosóficas, y una que otra marihuanada, en tratar de dar respuesta a tan ancestral y básica duda.
Con más de cuatro décadas en mi odómetro de viaje, podría decirse que tal vez estoy màs pa`lla que pa`ca, según las estadísticas, y eufemísticamente que me encuentro en la plenitud de la vida, con una mente casi adolescente, que se resiste a la llegada de los años dorados, yo “más bien” diría plateados, y un cuerpo que me recuerda que el dios Cronos no pasa en vano, y que además con exceso de rudeza y en complicidad con el espejo, a sabiendas de mi parquedad de memoria, con acucia me señala y recuerda mis cicatrices y heridas de batalla.
Por fortuna mi especie ha evolucionado tanto, que cualquiera puede manifestarse y expresar sus ideas, sean cual fueren, y en un arrebato de soberbia e ingenuidad y auspiciado por la confianza de mis descendientes intentaré dar respuesta a tan citada pregunta.
Para poder hacerlo tengo que remontarme a mi llegada a este mundo, allá por principios de 1973. Con solo unos “gestos en mi teléfono” pude saber que era un miércoles del frio mes de Enero, mi madre me conto que eran las 12:30 horas cuando solté mis primeras lagrimas, de los salados litros que he llorado, solo recuerden que no solo de tristeza se llega al llanto. Todo lo demás que sé de mis primeros días, solo lo puedo deducir, de aquellas fotos en celulosa y de aquellas que atesoro en la memoria, pero sobre todo por los resultados de aquellas lejanas premisas.
Por lo anterior puedo afirmar que existe un error en el planteamiento del problema, resultado de la soberbia intrínseca de la naturaleza humana, que nos obliga a hacer, expresar y sentir siempre en primera persona, como si uno fuera el rector del universo, vociferando que vinimos, cuando en realidad fuimos traídos, participio pasivo del verbo traer.
Sin excepción todos fuimos traídos por una madre y un padre, a veces presente, a veces no; deseados y queridos, afortunadamente la gran mayoría de las veces, resultado de un acto de amor, en ocasiones de ingenua calentura; pero puedo asegurar, que con todas la aberraciones humanas que pueden existir, que aun no he escuchado a unos padres, decir que trajeron a sus hijos a sufrir, luego entonces, en un ejercicio maniqueo, fuimos traídos para dar felicidad y ser felices; y como, si algo tenemos seguro es la muerte, pero no el lugar ni la hora, y ya que estamos trepados en este tren, solo tenemos que disfrutar del viaje. “Be happy”